Tienes sed. Te diriges a una máquina expendedora. Seleccionas las teclas «B-1», introduces un euro y automáticamente sale una botella de agua. Si has leído esto, ya sabes cómo funciona (en términos generales) un smart contract.
Esta es la forma más sencilla, rápida y visual para explicar qué es un smart contract.
Un smart contract o contrato inteligente es un programa informático que ejecuta automáticamente acuerdos establecidos entre dos o más partes haciendo que ciertas acciones sucedan como consecuencia de que se cumplan una serie de condiciones específicas: es decir, cuando se da una condición «x» ya programada con anterioridad, el smart contract ejecuta automáticamente la cláusula correspondiente.
La configuración de los smart contracts se podría simplificar en una estructura que funcionaría así: «if this, then that». En resumen, son contratos que se hacen cumplir a sí mismos de manera automática y autónoma. La ejecución automatizada es, en consecuencia, el valor añadido de los smart contracts.
«Smart contract» es un término que puede generar cierta confusión: no se trata de un contrato inteligente per se, sino automático en su ejecución – el contrato no es inteligente, porque una de las partes programa el smart contract, estableciendo las condiciones y términos del mismo de antemano. Tampoco con inteligentes porque no pueden entender el lenguaje natural (como los términos contractuales) o verificar si se materializó un evento necesario para la ejecución: para ello, son necesarios los oráculos. Un oráculo puede ser una o varias personas, grupos o programas que alimentan la información relevante del software, por ejemplo, en caso de que se haya producido un desastre natural (para liberar una prima de seguro) o si se ha entregado un determinado producto (para liberar el pago).
El término smart contract se acuñó por primera vez en 1996 por el jurista e informático norteamericano Nick Szabo, en un artículo que publicó en la revista “Extropy” (Building Blocks for Digital Free Markets).
Pese a la brillante idea de Szabo, en el año 1996 no estábamos todavía preparados tecnológicamente para dar soporte a los smart contracts, ya que la falta de infraestructura tecnológica de aquellos años hacía inviable su uso.
En el año 2009 nació Bitcoin, y con él, el uso de la tecnología blockchain. Sin embargo, Bitcoin no estaba pensado para nada más que ser una herramienta financiera, un sistema de pagos: una criptomoneda.
Por el contrario, la tecnología con la que funcionaba Bitcoin, el blockchain, sí que hacía posible el uso de estos contratos inteligentes y fue a principios de 2014, con la creación de Ethereum, cuando, por fin, pasaron a ser una realidad. Para Vitalik Buterin, co creador de la blockchain Ethereum, los smart contracts son «cajas criptográficas que contienen un valor que solo se desbloquea cuando se cumplen ciertas condiciones»
Los smart contracts pueden suponer una revolución jurídica en tanto permiten trasladar el lenguaje contractual a código informático. Así, los pactos se ejecutan de forma automática, sin que esta ejecutabilidad dependa de la voluntad (post negociación) de las partes.
El escenario sería el siguiente: primero, se redacta un contrato entre las partes en el que se estipulan las condiciones. Después, dicho contrato se traduce a código informático (contractware), y por último, se «coloca» en la red blockchain para garantizar su inmutabilidad y cumplimiento.
El código utilizado para traducir el contrato dependerá de cada caso. En la blockchain de Ethereum, por ejemplo, el lenguaje utilizado es Solidity.
Uno de los posibles usos de los contratos inteligentes puede ser proporcionar la compensación automática a los pasajeros en caso de que su vuelo se retrase. En este escenario, el Smart contract estaría conectado a las bases de datos de tráfico aéreo global (el oráculo) y cuando estas revelan una demora que excede un umbral predeterminado, la compensación se otorga directamente al consumidor.
Los contratos inteligentes pueden, por consiguiente, conducir a derechos del consumidor más eficientes, ya que ofrecen la esperanza de una aplicación más eficiente de la ley a través de la tecnología.
Pese a las grandes ventajas que ofrecen, los smart contracts generan cierta incertidumbre en el mundo jurídico: teniendo en cuenta que la tecnología blockchain se basa precisamente en la inalterabilidad de la información contenida en cada bloque, que a su vez ha sido validada por todos los nodos de la red, se plantearían serios problemas para llevar a cabo la nulidad de un contrato. Y lo mismo sucedería en casos de fuerza mayor que haga imposible el cumplimiento del contrato, o en los que una de las partes quisiese solicitar la rescisión del contrato.
Solo el tiempo dirá cómo evolucionará el uso de los contratos inteligentes. Lo que importa para nuestros propósitos es que, en esencia, los contratos inteligentes son mecanismos diseñados para lograr la ejecución automatizada de código software.
En el próximo artículo no abordaremos estas cuestiones (que dan para reflexionar en varios artículos) pero sí acerca de la compatibilidad de los smart contracts con el Reglamento Europeo de Protección de Datos (en adelante, «GDPR«).
SOBRE ATH21
ATH21 es la primera firma española de servicios legales integrales especializada en crypto y blockchain. Ofrecemos soluciones legales reales para los nuevos modelos de negocios, adaptándonos a cada proyecto, según la jurisdicción del momento en un entorno tan cambiante. Participamos en el desarrollo de proyectos internacionales basados en blockchain y criptoactivos desde 2010.
Si quieres saber más sobre nuestros servicios o necesitas asesoría legal personalizada no dudes en escribirnos a hello@ath21.com
¿NECESITAS AYUDA?
En ATH21 tenemos un equipo legal y fiscal que puede ayudarte en tus criptomonedas. Si tienes cualquier pregunta no dudes en escribirnos y te ayudaremos en todo lo posible.